Tu primer paso
- OSCAR PORTALES
- 21 oct
- 3 Min. de lectura
Muchos lo han intentado una y otra vez, con ilusión y ganas, pero sin lograrlo. Empezar a correr parece fácil, pero mantenerse en el tiempo es lo que realmente pone a prueba nuestra constancia. A menudo escuchamos que el running es duro, que provoca lesiones o que “no es para todos”. Sin embargo, nada de eso es cierto. Hoy toca cambiar esa historia y descubrir que correr puede ser una de las experiencias más gratificantes que puedes vivir.

El running no es un deporte complicado ni un reto reservado para unos pocos. Tampoco es sinónimo de dolor o lesiones. Lo que marca la diferencia no está en el deporte en sí, sino en cómo lo abordamos. La mayoría de los abandonos o molestias aparecen simplemente porque no se empieza del modo adecuado. Con una preparación adecuada y progresiva, cualquiera puede disfrutar de correr y hacerlo durante años, sin tener que sufrir lesiones.
Es fácil caer en la trampa de pensar que no servimos para esto. Que nos falta aire, que las rodillas no acompañan, que los músculos se quejan. Pero lo cierto es que muchas veces no es nuestro cuerpo el que falla, sino el camino que elegimos para entrenarlo. Antes de rendirnos, vale la pena detenernos un momento y preguntarnos si hemos dado los pasos correctos para iniciarnos en esta aventura.
Piénsalo como un viaje. Nadie se va de vacaciones sin preparar su maleta, ¿verdad? Con el running ocurre lo mismo. Nuestra maleta es el tono muscular, y el equipaje imprescindible, la flexibilidad. Para empezar a correr con seguridad, lo primero que debemos hacer es no lanzarnos a correr de inmediato.
Si no hay ninguna contraindicación médica, dedica las primeras dos o tres semanas a fortalecer un poco tu cuerpo. Algunas sesiones de gimnasio para trabajar las piernas y el core, además de unos buenos estiramientos te prepararán mejor que cualquier zapatilla. Este pequeño paso transformará por completo tu experiencia cuando des tu primera zancada. Correrás con algo más de fuerza, confianza y ligereza, y descubrirás una sensación de bienestar que te enganchará.
Después de ese periodo de preparación llega el gran día. Colócate tus zapatillas de running, sal a la calle y siente la emoción del comienzo. Empieza suave, sin prisas, con un calentamiento que despierte tus músculos y articulaciones. No te preocupes por la velocidad ni por tu capacidad aeróbica, todo eso llegará con la práctica. Ahora lo importante es disfrutar, escuchar a tu cuerpo y mantener un esfuerzo cómodo. No compites con nadie. Este camino es solo tuyo.
Un pulsómetro puede ser un excelente compañero de viaje. Te ayudará a controlar el esfuerzo y a evitar que te canses demasiado pronto. Sobre todo, si estás empezando, busca para tus salidas una zona sin pendientes y procura mantener tu pulso controlado en todo momento. En el planning de entrenamiento (RUN -1) que te ofrece esta revista, podrás obtener toda la información necesaria para conocer qué pulsaciones debes llevar en cada momento.

Si lo necesitas combina el caminar y el correr, para poder controlar tu frecuencia cardiaca. Mantén un ritmo constante, deja que tu cuerpo se adapte y disfruta del movimiento. Día tras día notarás progresos. Te moverás más rápido, te sentirás más fuerte y tu respiración será más fluida, aunque tu corazón siga latiendo tranquilo. Con el tiempo, conocerás mejor tus límites y podrás ajustar tus entrenamientos, variar el ritmo o aumentar la intensidad según te sientas. Esa es una de las mayores recompensas del running: aprender a escucharte y descubrir de lo que eres capaz.
Al finalizar cada sesión, cuida tu cuerpo con el mismo cariño con el que lo has hecho trabajar. Estira bien los músculos implicados, hidrátate antes, durante y después del ejercicio, y alimenta tu energía con comidas que nutran y fortalezcan. Estos pequeños gestos son los que te permitirán avanzar sin lesiones y disfrutar de cada carrera con una sonrisa.
Correr no es solo un ejercicio físico, es un viaje personal. Es superar tus miedos, reconectar contigo mismo y sentir la libertad en cada paso. Con paciencia, constancia y una buena preparación, el running dejará de ser un reto pendiente y se convertirá en una fuente inagotable de energía, equilibrio y felicidad.


