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Las agujetas como señal de progreso

  • Foto del escritor: OSCAR PORTALES
    OSCAR PORTALES
  • 2 nov
  • 3 Min. de lectura

Comenzar a correr es una de las decisiones más valientes y transformadoras que se pueden tomar. Salir a la calle, sentir el aire en la cara y notar cómo el cuerpo se pone en marcha produce una mezcla de emoción y energía difícil de describir. Sin embargo, quienes se inician en el running suelen encontrarse con un pequeño obstáculo tras los primeros días de entrenamiento.

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Esas molestias musculares que aparecen horas después de haber corrido y que pueden durar varios días son las conocidas agujetas. Aunque pueden resultar molestas, forman parte natural del proceso de adaptación del cuerpo al esfuerzo y, lejos de ser un motivo para rendirse, son una señal de que los músculos están trabajando y creciendo más fuertes.


Las agujetas aparecen porque el cuerpo está experimentando algo nuevo. Cuando corremos, especialmente si no estamos acostumbrados, los músculos se contraen y se estiran con una intensidad diferente a la habitual. Durante este proceso se producen pequeñas microfisuras en las fibras musculares. No se trata de una lesión peligrosa, sino de una reacción normal ante el esfuerzo. Después, el cuerpo se pone a trabajar para reparar esas fibras, reforzándolas para que en el futuro soporten mejor la carga. Es decir, cada vez que sientes agujetas, estás viviendo una parte del proceso de mejora.


Lo más importante es entenderlas como un mensaje del cuerpo, no como un castigo. Son una muestra de que te has exigido, pero también una oportunidad para aprender a escuchar tus límites. Si las molestias son leves, puedes continuar entrenando con suavidad, bajando la intensidad o alternando con caminatas o ejercicios de movilidad. Si son intensas, es mejor dejar pasar uno o dos días antes de volver a correr. Descansar no significa retroceder, sino permitir que el cuerpo se recupere y se fortalezca.


Hay formas sencillas de aliviar las agujetas y hacer que desaparezcan antes. Mantener una buena hidratación es fundamental, ya que el agua ayuda a eliminar los residuos que se generan durante el ejercicio. También conviene realizar estiramientos suaves después de correr, sin forzar, solo lo suficiente para relajar los músculos. Un masaje o una ducha templada pueden favorecer la circulación y reducir la sensación de rigidez. En algunos casos, una caminata ligera o un trote muy suave al día siguiente ayuda a que los músculos se oxigenen y recuperen antes.


La alimentación también juega un papel clave. Después de entrenar, el cuerpo necesita proteínas para reparar el tejido muscular y carbohidratos para reponer la energía. Una comida equilibrada o un pequeño snack saludable pueden marcar la diferencia en la recuperación. Dormir bien es otro pilar importante, ya que durante el descanso se produce buena parte de la regeneración muscular.

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Superar los primeros días de agujetas es casi un rito de paso para cualquier corredor. Todos los que hoy corren largas distancias comenzaron sintiendo esa mezcla de cansancio y satisfacción. Con el tiempo, notarás que las agujetas se vuelven menos intensas o desaparecen, porque tus músculos se adaptan y se hacen más resistentes. Cada zancada que das es una inversión en tu bienestar físico y mental.


Por eso, cuando te despiertes con las piernas pesadas o los músculos doloridos, recuerda que es una señal de progreso. Estás enseñando a tu cuerpo a moverse de una forma nueva, a volverse más fuerte y más capaz. La constancia es la clave. Corre con calma, escucha a tu cuerpo, celebra cada avance y no te desanimes. Las agujetas no son un enemigo, son el recordatorio de que estás en camino hacia una versión más sana y más activa de ti mismo

 
 
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