Entre dos mundos
- OSCAR PORTALES
- 13 dic
- 2 Min. de lectura
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Entre dos mundos
Vivo entre dos territorios que se rozan como capas de una misma realidad. No se enfrentan ni se explican, simplemente coexisten. A veces me pregunto si habito el mundo o si el mundo me habita a mí. Tal vez todo dependa del lugar desde el que escucho.

El exterior avanza con su respiración agitada. Hay pasos que se cruzan, voces que buscan afirmarse, miradas que apenas se detienen. Todo ocurre con una urgencia que no siempre deja espacio para sentir. Las relaciones se sostienen en gestos rápidos, en palabras funcionales, en acuerdos tácitos que permiten seguir adelante sin demasiadas preguntas. Es un mundo vivo, necesario, pero a menudo fatigado.
Yo camino en él, participo, respondo. No me sitúo al margen. Sin embargo, hay momentos en los que algo en mí pide silencio, como si una parte más profunda reclamara atención. Entonces recuerdo que existe otro ritmo, una cadencia más lenta que no compite con nada y que me devuelve a mí.
Mi mundo interior es un lugar de quietud fértil. No está vacío, está lleno de presencia. El amor allí no se dirige, se expande. La paz no se conquista, se deja estar. Hay una comprensión suave hacia lo que soy, sin exigencia de cambio, sin juicio. Es un espacio íntimo, casi invisible, que no busca ser nombrado.
A veces, sin intención, ese mundo asoma. En una frase dicha con calma, en una pausa que se alarga un poco más de lo esperado, en una mirada que no huye. No siempre encuentra eco. En el exterior, muchos prefieren no adentrarse demasiado en lo que no conocen. No por desinterés, sino por una prudencia aprendida, como quien evita aguas profundas si nunca ha nadado en ellas.
No hay reproche en esa distancia. Cada cual transita hasta donde puede o desea. Mi mundo interior no necesita ser compartido para existir. Es mi refugio, mi lugar de regreso, el espacio donde me recojo cuando el ruido se vuelve excesivo. Allí todo encuentra su medida.

Desde esa hondura, el mundo exterior se vuelve más ligero. Las relaciones pierden peso y ganan verdad. No exijo, no me explico de más. Escucho con más cuerpo, hablo con menos ruido. Basta con estar, con sostener una presencia que no invade ni se retira.
Hay días en que olvido ese centro y me dejo arrastrar por la corriente. También eso forma parte del camino. La quietud no se pierde, aguarda. Siempre hay un punto al que volver, un gesto mínimo que abre de nuevo la puerta.
Vivir entre estos dos mundos es aceptar esa doble respiración. El exterior me ofrece movimiento, roce, experiencia. El interior me ofrece raíz, sentido, amparo. Entre ambos se desliza una vida que no busca definirse, solo permanecer despierta.



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