Coaching y rendimiento.
- OSCAR PORTALES
- 31 ene
- 4 Min. de lectura
Hace unos días me ocurrió una anécdota muy curiosa que me ha llevado a escribir este artículo. Como sabemos uno de los objetivos que persigue el coaching es el aumento del rendimiento en las personas, independientemente del ámbito en el que ha de producirse dicha mejora. Sucedió que tras enviar el link de un articulo, en un grupo de una conocida red social, en el que se aludía al "alto rendimiento", una persona, sin decir una sola palabra, abandonó el grupo. La verdad es que el hecho me hizo pensar. Pudo ser una casualidad, pero también pudo ser que confundiese el concepto " alto rendimiento", por lo que voy a tratar de aclarar lo que desde el Coaching, se entiende como mejorar o elevar el rendimiento.

En un mundo donde la competencia es cada vez más feroz y las exigencias laborales y personales se incrementan constantemente, la búsqueda del rendimiento excepcional es una prioridad para muchos. Sin embargo, esta carrera por alcanzar el éxito no debe estar necesariamente asociada a un aumento en las horas de trabajo o a la sobrecarga de responsabilidades. De hecho, la verdadera mejora del rendimiento no radica en trabajar más, sino en trabajar de manera más inteligente. La eficiencia, la calidad y el equilibrio son los pilares sobre los que se construye un rendimiento extraordinario sin poner en riesgo la salud ni el bienestar de las personas.
La eficiencia es, sin duda, una de las claves fundamentales para alcanzar resultados sobresalientes. Sin embargo, a menudo se confunde con la idea de trabajar más horas o de hacer más tareas en menos tiempo, en lugar de interpretar que la eficiencia no es más que trabajar de manera inteligente. La verdadera eficiencia, radica en hacer las cosas correctas de la mejor manera posible, sin desperdiciar energía ni recursos. Es decir, se trata de optimizar los procesos, eliminar lo innecesario y centrarse en lo que realmente aporta valor.
Para mejorar la eficiencia, es esencial contar con una planificación adecuada, establecer prioridades y utilizar las herramientas y tecnologías disponibles que permitan agilizar los procesos. Las personas más eficientes no necesariamente son las que más horas pasan en sus tareas, sino las que logran un mayor rendimiento con un esfuerzo razonable y sin comprometer la calidad del trabajo. De hecho, a menudo las personas que se enfocan en la eficiencia encuentran maneras de trabajar menos, pero con un impacto mucho mayor.

La calidad es otro aspecto fundamental que no puede sacrificarse si se busca lograr resultados extraordinarios. En la búsqueda de la eficiencia, es fácil caer en la tentación de reducir los estándares de calidad para lograr un desempeño más rápido. Sin embargo, esto puede tener consecuencias negativas a largo plazo, como errores, retrabajos o insatisfacción del cliente o del equipo.
La clave está en encontrar un balance donde la rapidez no implique una reducción de la calidad. Esto se logra con atención al detalle, habilidades técnicas, y un compromiso con el perfeccionamiento continuo. Las personas que se enfocan en la calidad no solo buscan cumplir con los requisitos, sino superarlos, asegurándose de que cada tarea o proyecto se realice de la mejor manera posible. Esto, a la larga, tiene un impacto mucho mayor que el simple hecho de acelerar los procesos a expensas de los estándares.
Finalmente, el equilibrio es el componente que permite que la eficiencia y la calidad se mantengan de forma constante a lo largo del tiempo, sin que se vean afectados por el agotamiento o el estrés. No se trata solo de equilibrar el tiempo entre el trabajo y la vida personal, sino también de equilibrar el esfuerzo mental y físico que se dedica a las tareas. Es fácil caer en la trampa de pensar que más horas de trabajo equivalen a mejores resultados, pero esto no es necesariamente cierto. De hecho, el agotamiento puede reducir significativamente la productividad, la creatividad y la toma de decisiones, lo que afecta negativamente a los resultados.

El equilibrio se logra cuando las personas tienen tiempo para descansar, para cuidar su salud, y para desarrollar otras áreas de su vida que también contribuyen a su bienestar general. Un enfoque equilibrado permite que los individuos se mantengan motivados, comprometidos y enfocados a largo plazo, lo cual tiene un impacto directo en su rendimiento. Además, el equilibrio promueve la resiliencia, lo que facilita enfrentar los desafíos sin caer en el agotamiento.
Como conclusión diremos que mejorar el rendimiento de las personas no significa necesariamente trabajar más horas o asumir más tareas. De hecho, la verdadera mejora del rendimiento radica en trabajar de manera más eficiente, asegurando que cada acción se realice con la máxima calidad, y manteniendo un equilibrio saludable entre las distintas áreas de la vida. La eficiencia, la calidad y el equilibrio no solo son esenciales para lograr resultados extraordinarios, sino también para mantener la salud y el bienestar a lo largo del tiempo. Solo cuando estos tres componentes se encuentran en armonía, las personas pueden alcanzar su máximo potencial sin sacrificarse en el proceso.
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