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principios básicos

  • Foto del escritor: OSCAR PORTALES
    OSCAR PORTALES
  • 24 sept
  • 2 Min. de lectura

Correr es una de las formas más sencillas y efectivas de ponerse en forma, pero como todo inicio conviene hacerlo con cabeza para disfrutarlo desde el primer día y evitar frustraciones o lesiones. Lo primero es asegurarse de que el cuerpo está listo para la actividad. Una revisión médica básica aporta tranquilidad y ayuda a conocer posibles limitaciones o precauciones que conviene tener presentes. Una vez despejada esa duda, el siguiente paso es entender que correr no consiste en ir rápido desde el inicio, sino en aprender a escuchar al propio cuerpo.


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La mejor guía para progresar sin agotarse es la frecuencia cardiaca. Cada persona tiene diferentes zonas de entrenamiento y es en las más suaves donde debe empezar alguien que recién se inicia. En lugar de preocuparse por el ritmo por kilómetro, es más importante mantener un pulso cómodo que permita incluso mantener una conversación. Un pulsómetro es un gran aliado en este proceso porque evita sobreesfuerzos innecesarios y da información objetiva del progreso.


Antes de arrancar conviene dedicar unos minutos a calentar. Movimientos articulares, pasos suaves o un trote ligero preparan músculos y articulaciones para lo que viene después. Al terminar la sesión resulta recomendable estirar de forma relajada, lo que ayuda a recuperar y a reducir la rigidez del día siguiente.


La hidratación es otra clave fundamental. El cuerpo pierde líquidos incluso en entrenamientos cortos y reponerlos garantiza un mejor rendimiento y menor sensación de fatiga. Lo ideal es beber agua durante el día y, si la sesión es algo más larga o intensa, llevar consigo un poco de líquido. Algo que también marca la diferencia es no correr en ayunas cuando se empieza. Tomar un desayuno ligero o un snack previo da energía suficiente para mantener la constancia y disfrutar del esfuerzo.


La elección del calzado no es un detalle menor. Unas zapatillas diseñadas para correr aportan amortiguación y estabilidad que el calzado urbano no ofrece. Acompañarlas con ropa cómoda y transpirable permite entrenar sin molestias. No se trata de tener lo más caro del mercado, sino de contar con lo adecuado para sentirse libre y seguro.


La paciencia es el ingrediente que no puede faltar. Al comienzo es normal alternar tramos de trote con caminatas y eso no significa retroceder, todo lo contrario, es la forma más inteligente de adaptarse. Con el tiempo el cuerpo pedirá más y cada paso será más ligero. Lo importante no es compararse con otros, sino disfrutar del propio camino.


En resumen, iniciarse en el running es mucho más que salir a correr. Es aprender a cuidar el cuerpo, hidratarse bien, entrenar a la intensidad correcta, elegir el material adecuado y, sobre todo, disfrutar del proceso sin prisas. La constancia es la que finalmente hace avanzar y cada salida suma. Lo importante es dar ese primer paso con ilusión, porque lo que hoy parece un reto difícil pronto se convertirá en un hábito que llena de energía y bienestar.

 
 
 

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